Ghislaine Saint-Pierre Lanctôt nació en 1941.
Su padre y su abuelo eran farmacéuticos y ella empezó la carrera de Medicina
para complacerles. «Yo quería ser filósofa. Pero creía que lo de pensar no iba
a aportarle nada a la gente. Pensé, voy a hacer algo útil, que beneficie a la
población, y como me crié en este ambiente decidí hacer la carrera de Medicina.
Al final he dejado todo eso y lo que hago ahora es lo que quería hacer desde el
principio».
Acabó
escribiendo el libro: LA MAFIA MEDICA
El colegio de médicos le puso una demanda, el
proceso duró un año y desde entonces la escritora imparte seminarios para que
la gente entienda y tome conciencia de que es el estado del alma lo que
determina la salud mental.
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Pregunta: Su visión actual de la salud es
completamente distinta a cuando era médico ¿En qué momento y por qué dio usted
un giro radical a su carrera?
Respuesta: A lo largo de
los años empecé a ver cosas que no me parecían sensatas, que no tenían lógica,
como por ejemplo, seguir dando medicamentos aunque no funcionaran, aunque no se
curara la persona. Yo
no entendía, por ejemplo, como en un cáncer se aplicaba la quimioterapia si lo
que hace es enfermar aún más a la persona que acaba por morirse de todos modos.
Cuando aparecieron las medicinas suaves pensé que eso era
interesante, y yo he ido a encontrarme con personas que practicaban la medicina
alternativa y entonces me di cuenta de que lo que hacían era muy interesante,
incluso mejor que lo que hacíamos nosotros en la medicina convencional.Esas
personas me acogieron, me mostraron lo que hacían, cómo actuaban. Y yo pensé:
¿por qué no nos han enseñado esto a los demás médicos? ¿Cómo puede ser que no
lo enseñen en la facultad y que además a estas personas las tachen de
charlatanes y de estafadores? Yo me encontré con ellos y vi que eso no era
cierto, no eran charlatanes. Así fue como me empecé a plantear cosas.
Cuando acabé la
carrera de Medicina yo estaba convencida de que hacia el año 2000 ya no habría
más enfermedad en el mundo, tenía una confianza ciega en la medicina que me
habían enseñado. Sin embargo, veía que el tiempo pasaba y que la salud de las
personas iba empeorando. Me percaté también de que medicamentos que no
funcionan se siguen recetando, y que se practicaba una guerra en contra de las
medicinas alternativas. Además, yo era flebóloga y había abierto centros de
flebología en distintos lugares del país, lo que me llevó a experimentar de
cerca el negocio de la medicina tradicional. Y ahí sí que entendí muchas cosas.
P: ¿Qué papel juegan para usted las medicinas
alternativas?
R: Las medicinas
alternativas producen un bienestar más interesante que el que proporciona la
medicina convencional. La
medicina convencional corta, quema y envenena. Corta con las operaciones, envenena
con la “quicio” y con los rayos. Las medicinas suaves pueden poner orden de
forma temporal en el cuerpo, pero como el problema está en el alma, antes o
después habrá que afrontar el problema del alma.
Es el alma quien enferma a los demás cuerpos. Por ejemplo: mi trabajo ya no me
conviene, tengo náuseas por la mañana cuando pienso que tengo que ir a
trabajar, entonces empieza a dolerme la espalda, las rodillas, la tripa… Puedo ir a ver a alguien que practique la
medicina suave, va a ayudar a mi cuerpo, puedo tener tratamientos de técnicas
energéticas que ayuden a mi cuerpo emocional y mental; pero hasta que no
solucione lo que pasa con mi trabajo voy a seguir enfermando porque mi alma me
dice «sal de aquí». Es
interesante, porque el alma entrega un mensaje cada vez más fuerte y cuando no
lo entiendes “te lanza un ladrillo a la cabeza”: un accidente de coche, un
divorcio, alguien que muere en la familia, una enfermedad, perder el trabajo…
Algo fuerte para que tú reacciones.
P: Desde su punto de vista como «médica del alma»
¿cree que hay alguna solución a este tipo de enfermedades?
R: Nunca es demasiado
tarde, la sanación puede ocurrir en cualquier momento.
P: ¿A usted le va bien esta filosofía de vida?
R: A mucha gente le
funciona, no sólo a mí. No es el médico el que puede sanarme.
P: Cada vez hay más casos de cáncer cuyos enfermos
reciben quimioterapia. ¿No cree que en algunos casos la quimioterapia cura?
R: La
quimioterapia es veneno. Normalmente no hace bien a nadie. Hay que saber que
hay siempre un conflicto, cualquier enfermedad es psicosomática. Siempre hay un conflicto a raíz de una
enfermedad, pero si yo identifico el conflicto y lo soluciono, la enfermedad se
va. Así entendí que la medicina esta totalmente controlada por el dinero.
Entonces, lo que nosotros hacíamos como médicos era enfermar más a las personas
para así generar ganancias para la industria. Entonces, ¿qué es la salud? En la
facultad sólo me enseñaron lo que es la enfermedad. Entonces, ¿qué
es gozar de buena salud? Yo llegué a la conclusión de que el cuerpo sólo
manifiesta el estado del alma. Y cuando mi cuerpo está enfermo es porque mi
alma está enferma. Entonces
el cuerpo por sí solo no enferma, es como un espejo que refleja lo que pasa
dentro. Para ver mi alma, miro mi cuerpo y veo lo que hay en mi alma. Entonces
no sirve de nada tratar sólo el cuerpo. Hay que mirar el alma, ¿qué es lo que
no funciona en el alma, cuál es la enfermedad del alma? Es la guerra. Porque mi
alma me dice internamente que haga algo y mi ego me dice que haga lo contrario.
Entonces hay una guerra interna. La enfermedad es siempre la manifestación de
un conflicto dentro de mí. Hay dos aspectos: el cuerpo y el alma. ¿Qué quiere
el alma? El alma quiere la emancipación del Ser y el cuerpo quiere la seguridad
del haber, del tener. Cada uno tira por un lado, el estrés significa la guerra
interior. Cuando trato el alma, todo el cuerpo se alinea sobre este
equilibrio. No quiero decir que no haya que cuidar el cuerpo físico, sino hacer
las cosas en el orden correcto. Primero el alma, después el cuerpo mental,
después el cuerpo emocional y después el cuerpo físico. Y lo solemos hacer al
revés. La medicina convencional se encarga del cuerpo físico, y no trata el
resto.
P: ¿No cree que la propia sociedad demanda que el
médico se ocupe del cuerpo físico y le dé una medicina para el dolor?
R: La sociedad misma,
nosotros somos los que creamos esta mafia a nuestra imagen y semejanza. El
problema es que damos prioridad al «tener» sobre el «ser», ése es el desorden,
priorizar el cuerpo en vez del alma. Para volver al orden hay que dar prioridad
al alma en lugar de otorgársela al cuerpo, eso genera orden, paz y salud.
P: Eso es mucho más complicado que tomarse una
pastilla…
R: Cierto, pero ¿qué
hace una pastilla? Te da la ilusión de que estarás mejor, pero con el tiempo
reaparecen los síntomas.
P: En el caso del paludismo, por ejemplo, alguien
sano se enferma por beber agua contaminada, ¿también en este caso insiste en su
teoría?
R: Esto es válido
para todo. No hay ningún microbio exterior que haga enfermar, soy yo la
creadora de mis enfermedades. Y ésta es la verdadera enfermedad del alma, el no
saber que soy yo quien la está creando. Como yo pienso que no soy responsable,
me imagino creadores exteriores: microbios, tumores, etc. Por ejemplo un simple
catarro: hace frío, me cojo un catarro. Y puedes tener un catarro en verano, es
un sinsentido, no tiene nada que ver con el frío. Con esta estructura de
pensamiento voy generando la guerra hacia los factores exteriores. Y por eso se
crearon las vacunas. ¿Qué son las vacunas? Dar la enfermedad de forma más
debilitada para que el cuerpo reaccione. Es decir, no tengo la enfermedad pero
si algún día la contraigo, sería menos grave porque ya me he puesto la vacuna.
Te voy a dar otro ejemplo, tengo miedo de que mi hija sea violada. Entonces le
voy a dar un violador debilitado, entonces si un día la violan será menos grave
porque habrá tenido un pequeño violador y entonces estará preparada. La vacuna
funciona igual. Es algo de locos. Vivir en el desorden lleva a este tipo de
locuras. Por ejemplo, la gripe aviar. ¡Es extraordinario! Cerca de donde vivo
había una experta muy seria que vino de parte de las autoridades médicas y nos
ha dado cifras: en el plazo de nueve años se murieron cerca de 152 personas de
gripe aviar en el mundo, solo en Canadá mueren cada año 10.000 personas por
errores médicos, no de enfermedad sino de equivocaciones. ¡Yo creo que más bien
habría que vacunar a los médicos! No hay epidemia, no hay nada. Entonces se ha
creado una pandemia a escala mundial, en la cual se han gastado millones de
dólares para tratarla pero no hay nada. Esto está en preparación desde hace
muchos años. Llevamos de cinco a siete años oyendo hablar de una pandemia.
¿Cómo se puede anunciar que va a haber una pandemia? Una epidemia surge,
ocurre, pero no la puedo prever, es un montaje.
P: Pero la gente tiene miedo…
R: Sí, es una forma
de manipulación mental para llevarles a pensar que va a ocurrir una epidemia. Y
un día, cuando ocurra, las autoridades dirán que ya lo habían previsto. Es algo
que está preparado desde hace mucho tiempo, hay un proceso escondido detrás de
esto. Yo no sé exactamente lo que es, puede ser, por ejemplo, ponerle a todo el
mundo un chip electrónico porque cuando hay una campaña de vacuna se puede
poner cualquier cosa en la jeringuilla. Así que es posible que haya una
estrategia que consista en decir que hay una epidemia y que hay que vacunar a
todo el mundo y entonces pondrían el microchip. Yo estoy segura de que hay algo
detrás, un propósito escondido en decir que hay una epidemia y que hay que
tener cuidado. Es una hipótesis. De todos modos sea para lo que sea el
propósito es el control sobre la población.
P: ¿Tiene todo esto algo que ver con la trilogía de
la mentira de que habla en su libro La mafia médica?
R: Hablo mucho de las
vacunas en el libro y lo que yo digo a este respecto en el libro, es lo que
desencadenó la ira del colegio médico. Porque las vacunas no se tocan, son
sagradas, puedes hablar de cualquier cosa; la industria, los medicamentos… pero
cuidado con las vacunas. Porque las vacunas otorgan importantes ganancias a la
industria, pero a las personas les puedes transmitir cualquier cosa. La vacuna
es un medio para producir genocidios con un blanco específico.
Cuando se quiere distribuir a un pueblo o a una raza, la administran, mira lo
que está ocurriendo en África. Ellos lo llaman sida, pero ¿qué significa sida?
«Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida». Entonces es el propio sistema
inmunitario que se ha debilitado, de modo que cualquier afección es mucho más
grave.
P: ¿Quién está detrás de toda esta estrategia?
R: Los que mandan.
Hay un gobierno mundial que tiene todos sus ministerios, para la salud es la
OMS, pero también están la UNESCO, UNICEF, FAO, FMI, Banco Mundial, etc. Todos
los países miembros de la ONU obedecen las órdenes del gobierno mundial.
P: ¿Ve solución para esta situación?
R: Sí, sino mal
vamos. La solución que yo propongo en el libro es la soberanía individual. Es
tomar conciencia como persona individual de que soy yo la que tiene el
verdadero poder. Por ejemplo, los McDonald’s, cuando la gente deja de ir a
estos restaurantes. Si yo dejo de comprar y de dar dinero a las multinacionales
ya no valen nada, no ganan dinero. Si los enfermos dejan de ir al médico, se
derrumba el sistema médico, si dejo de pagar impuestos no hay gobierno.
Entonces ¿dónde está el verdadero poder?, en la persona y la palabra SOBERANÍA,
significa el poder último, el más alto, que siempre hemos pensado que estaba
fuera y está dentro de nosotros.
Si pensamos en el poder más elevado, pensamos en Dios. Y ¿qué es Dios? Es el
espíritu que crea todo el universo y esto está dentro de uno, no fuera. La
solución viene cuando yo tomo conciencia de quién soy verdaderamente y que voy
a comportarme tal y como yo soy, encontraremos la salud perfecta y la
inmortalidad, que es más interesante que morir ¿no?
P: Y ¿Cuál es el primer paso que debemos dar?
R: Primero
empieza por tomar una decisión, que consiste en dar rienda suelta a mi alma, es
mi alma quien manda y no el ego, entonces dejo de pelearme, escucho lo que me
dice mi alma. Por ejemplo, mi alma me dice: «deja este trabajo,
ya no resuena contigo, deja de hacer eso»; pero el ego me dirá: «No, ¿estás
loca?, tienes que pagar el alquiler, sostener la familia, ser buena madre…».
Esa es la guerra, entonces dejo de pelear y escucho a mi alma. Y el ego empieza
a agitarse y a ponerse inquieto ¿qué va a pasarme? Quiere controlar, es su
función. ¿Qué va a ser de mí? Pues no lo sé, soy yo la que va creando qué va a
pasarme. ¿Me voy a pelear conmigo misma? No, voy a hacer las paces.
Algo que se puede
hacer varias veces al día y que mejora automáticamente cada vez la salud, es
decir la verdad. Mentimos todo el tiempo, pero incluso sin darnos cuenta,
estamos tan acostumbrados a hacerlo… tenemos mentiras gordas y otras que se
llaman «medias verdades», pero la mitad que falta es una mentira. Y
hay otra categoría de mentiras que son por omisión. Y esto se llama un secreto.
A veces mi hijo viene a verme y me dice: «Mamá, tengo que decirte algo, pero no
se lo digas a nadie». Si es un secreto y tú no puedes guardarlo, no me pidas a
mí que lo guarde. Si para ti es un secreto y me lo transmites a mí porque pesa
mucho sobre tus hombros, yo tampoco lo voy a guardar.
Son cosas del día a día. Si me quedo en la mentira y
siempre estoy mintiendo, poco a poco voy destruyendo mi salud. Miento y me
miento porque tengo miedo, es el ego el que miente, el alma nunca miente.
Si voy buscando el
amor exterior, sufro. Si vivo con amor por mí, enfocado hacia mi interior, no
por miedo de lo que la gente pueda pensar de mí, mi salud mejora.
Por ejemplo, toco
aquí y siento un bulto en el pecho. Tengo dos posibilidades o me quedo aquí
quieta y no hago nada, o me voy corriendo al médico. Si voy al médico me va a
decir que tengo un cáncer. En la mente está escrito «Cáncer igual a muerte».
Entonces si yo he sentido miedo y he ido al médico, el doctor me ha asustado
aún más y me recomienda quimioterapia. A mí eso no me agrada porque la gente
que conozco que se la ha hecho se pone verde, siente náuseas, no tiene pelo y
tienen un estado muy debilitado y triste. Entonces cada vez tengo más miedo,
cada vez estoy más enferma y cada vez me acerco más a la muerte.
Eso ocurre si tomo la opción del médico. En
el otro caso mi cuerpo me muestra que hay un conflicto interno, el bulto en
este pecho es un regalo que me hago a mí misma, no quiero quitármelo, es mi
espejo el que me está indicando algo. Le voy a decir al bulto: ¿qué tienes que
decirme?, háblame. Gracias por manifestarte. Te escucho, háblame de mi
conflicto. Entonces yo digo a mi alma: te dejo libre. Voy a vivir y sentir el
miedo a morir. De esta forma yo puedo sanar definitivamente, no una remisión
temporal si no una verdadera sanación.
Por ejemplo, ¿qué es
un divorcio? Una ruptura. Algo me dice: «no, no te tienes que divorciar,
quédate junto a esa persona» y algo me dice: “no, ya se acabó”. Actualmente
hay más divorcios porque la conciencia se eleva y la gente hace más caso a sus
sentimientos. El
divorcio y dejar un trabajo no son buenas opciones para la seguridad del haber. Hay cada vez más personas que dejan
carreras brillantes porque ya no le encuentran sentido a lo que hacen. Es
normal porque la conciencia se eleva.
Si no hago caso a mi
alma y sigo en ese trabajo me enfermo y cuando voy al médico me manda
antidepresivos. ¿Y qué son los antidepresivos? Son drogas que hacen que yo ya
no sienta nada. «Mi
trabajo bien, seguiré con él». Con ayuda de estas pastillas soy efectivo y
puedo seguir pagando la hipoteca.
Algo que causa mucho estrés es el endeudamiento de las familias. Una manera de
sanarse es salir de este sistema de endeudamiento porque supone esclavitud. Es
la «simplicidad voluntaria», es un movimiento social de gente que lo adopta
deliberadamente. Yo no lo recomiendo como movimiento social, pero sí como
medida temporal para salir de esta trampa. De forma que, las necesidades
materiales dejan de ser la prioridad en mi vida y más bien es el alma lo
prioritario. La
«simplicidad voluntaria» consiste en reducir las necesidades materiales. Por ejemplo si tengo una casa grande
con una hipoteca muy elevada, un cochazo a juego con la casa, hijos que visten
de marca, van a una escuela privada, etc. Todo eso cuesta dinero y tengo que
seguir trabajando, pero ya no me gusta mi trabajo y ahí estoy preso… y eso es
un estrés tremendo. La persona piensa que no tiene salida: «si dejo mi trabajo
ya no seré capaz de ofrecer caprichos a mis hijos, perderé a mis amigos
“pijos”, mi prestigio, mi mujer, reputación…» No se puede imaginar la vida sin
nada de eso, pero es posible. Vendo
la casa, vendo el coche, vamos a una casa más pequeña, los niños dejan de ir al
colegio privado y se les manda a uno público y así tengo tiempo para mi alma.
Eso es realmente la salud, esas cosas de la vida cotidiana son las que hacen
que mi salud esté mejor o peor.
P: Usted demostró ser muy valiente cuando escribió
el libro “La mafia médica”, que le costó la expulsión del colegio de médicos,
supongo que vivió un conflicto importante. ¿Cómo se decidió a dar el paso?
R: Yo sabía que
publicando ese libro se acababa para mí la carrera de medicina. Yo me acuerdo
de ese momento y me dije: «Si no escribo este libro, me muero». Quizás no
hubiera muerto rápidamente, pero sí a nivel del alma. No fue tan difícil, más
difícil fue dejar mi papel de «buena madre».
P: ¿A qué se refiere?
R: Mis niños ya no lo
son, ya no soy madre. Tuve que dejar de preocuparme por mis hijos. Un pasaje
importante fue que mi casa ya no era más su casa. Yo tengo dos hijas y cada una
de ellas había dejado en mi casa dos tazas para el desayuno. Hace más de un año
llegó una amiga y me ofreció dos tazones, no tenía sitio para ponerlas todas y
decidí quitar las tazas de mis hijas. ¡Eso fue tremendo! Era un símbolo del
vínculo con mis hijas y se trataba de cortar ese tipo de lazos. Entonces una
dijo que “vale” y la otra dijo que “ni hablar” y volvió a colocar la taza en su
sitio. Yo le dije: «pues tú haz lo que quieras, pero yo ya he hecho lo que
tenía que hacer».
P: El desapego, entonces, ¿tiene que ver con
conseguir una buena salud?
R: Sí, cuando estoy
apegada a algo es que tengo miedo de perderlo y si tengo muchos apegos no puedo
avanzar. Con mi libro “La mafia médica” todo se fue: el título de médica, la
profesión… Cada uno tenemos cargas y apegos distintos.