El sentido de la justicia
determina cuál es el bien común para la sociedad y es necesario para mantener
la armonía entre sus integrantes. Es el conjunto de reglas y normas que
establecen un marco adecuado para las relaciones entre personas e
instituciones. Autoriza, prohibe y
permite acciones específicas en la interacción entre individuos e
instituciones.
“Donde
hay justicia no hay pobreza” Confucio
“Si los
ciudadanos practicasen entre sí la amistad, no tendrían necesidad de la
justicia” Aristóteles
Este conjunto de reglas
tiene un fundamento cultural y en la mayoría de sociedades modernas, un fundamento formal:
El fundamento cultural se basa en un consenso amplio en los individuos de
una sociedad sobre lo bueno y lo malo, y otros aspectos prácticos de cómo deben
organizarse las relaciones entre personas. Se supone que en toda sociedad
humana, la mayoría de sus miembros tienen una concepción de lo justo, y se
considera una virtud social el actuar de acuerdo con esa concepción.
Y el formal es el
codificado en disposiciones escritas, que son aplicadas por jueces y otras
personas designadas, que tratan de ser imparciales con respecto a los miembros
e instituciones de la sociedad y los conflictos que aparezcan en sus
relaciones.
El ser humano aprende a
ser justo. Un niño puede reconocer el acto justo por temor o influencia de sus
progenitores; por ello proporcionarles explicaciones claros y asegurarse de que
las comprenden. Y lo más eficaz es
brindarles un buen ejemplo de vida. La pretensión final sería que el infante,
según crece, vaya concibiendo cuál es su deber y sienta un auténtico deseo de
cumplirlo tanto dentro de su entorno familiar, de amistades, y en la sociedad
en general.
La equidad es una fortaleza psicológica que nos permite ser ciudadanos
responsables, verdaderos amigos y tener altos valores éticos. Según los
psicólogos Peterson y Seligman el desarrollo de un juicio ético se completa con
el compromiso a ser justo en todas las
relaciones con los demás enfatizando aspectos como:
- el desarrollo de
habilidades para el consenso equitativo,
- la sensibilización con
la justicia social, la expresión de compasión por los demás
- y la perspicacia
necesaria para comprender las relaciones y obtener resultados equitativos.
La tradición de la
justicia esta unido a la psicología del desarrollo, especialmente con el
trabajo de Kohlberg, el cual propuso una teoría evolutiva sobre el juicio
moral, según la cual el desarrollo moral se produce siempre pasando
progresivamente por diferentes estadios, sin ningún salto evolutivo y sin volver hacia atrás. Es un
desarrollo que va vinculado al desarrollo psicológico de
la persona. Sin desarrollo psicológico no hay desarrollo moral. Los seis
estadios son:
- Obediencia y castigo; en
esta primera etapa los niños descubren las reglas y tienen una obediencia ciega
a las mismas.
- Individualismo e
intercambio; l@s niñ@s se dan cuenta de que existen unas reglas, pero
desarrollan su propio punto de vista.
- Relaciones
interpersonales; procuran adecuarse en su actividad a la moral del grupo en el
que viven.
- Mantenimiento del orden
social , el objeto de la moralidad sería mantener el orden social.
- Contrato social y de
derechos individuales; en esta etapa la persona se da cuenta que ante un hecho
existen diferentes puntos de vista morales por parte de la gente y también
asumen que las leyes son importantes para el mantenimiento de la sociedad.
- El último estadio sería el de los
principios universales. Se toma conciencia que hay principios
éticos universales que
se han de seguir y tienen prioridad sobre las obligaciones legales e
institucionales convencionales. Se obra con arreglo a estos principios porque,
como ser racional, se ha captado la validez y se siente comprometido a
seguirlos. En este estadio impera la regla de oro de la moralidad:
"hacer al otro lo que quiero para mí". Y se tiene el coraje
de enfrentarse a las leyes que atentan a los principios éticos universales
como el de la dignidad humana o el de la igualdad. Es el estadio moral supremo.
Ejemplos Gandhi y Martin Luther King.
Para lo que nos
“sirve” esta fortaleza es para tratar a todas las personas como iguales en
consonancia con las nociones de equidad y justicia, sin permitir que los
sentimientos personales influyan en mis decisiones sobre los otros, dando a
todo el mundo las mismas oportunidades.
Al igual que se ha
comentado para otras fortalezas, la justicia es una virtud que conviene
desarrollar en los niños desde bien pequeños.
Como padres y madres
podemos ser objetivos y comprensivos para actuar justamente con nuestros hij@s.
Cada hij@ deber ser
respetado; aceptado y amado tal cual es.
Los demás le ayudamos para
mejorar
Puede participar, ser
escuchado, en la medida adecuada a su edad y capacidad.
Y tienen derecho a convivir con respeto, orden, alegría y paz.
Propósitos
1. Quizás una de
las mejores maneras de comenzar a funcionar con esta fortaleza es practicar la
regla de oro de la moralidad el “haz al otro lo que quieres para tí”;. Adapta
esta frase a tus situaciones cotidianas y actúa en consecuencia.
2. Evalúa tu nivel de
compasión hacia los demás ¿hasta dónde alcanza? Intenta expandirlo más.
3. El buen ejercicio de la justicia requiere de otras virtudes
como humildad, sinceridad, gratitud, por ejemplo; por ello, desarrolla éstas
también.
4. Y a la hora de decidir, ¿lo haces imponiendo o por consenso
equitativo? Prueba a desarrollar habilidades de escucha para llegar a acuerdos
que satisfagan a todos.
5. Educa desde la infancia
señalando las reglas del juego que muestran claramente lo que es y no justo,
por ejemplo:
Establece reglas que sean
aceptadas de mutuo acuerdo.
Exige que se diga la
verdad.
Respeta la propiedad
ajena: ojo a robar, romper, cualquier cosa de los demás.
Que las necesidades y
derechos ajenos sean respetados (por ejemplo, la habitación del hermano y su
intimidad, el silencio en casa si otro estudia, guardar turnos al
conversar,....)
6. Y en relación a tratar
al otro como tú deseas ser tratado aplicado al caso de l@s
hij@s recuerda que somos su ejemplo; así que actúa
en consecuencia congruentemente porque vale más lo que hago que lo digo.
Entonces, si me equivoco, reconozco el error y además lo rectifico lo antes
posible.