martes, 13 de octubre de 2015

Prudencia, otra Fortaleza del grupo de MODERACIÓN

18. PRUDENCIA, DISCRECIÓN, CAUTELA

Según Seligman, esta fortaleza se refiere al hecho de ser cauteloso a la hora de tomar decisiones de forma que no se corran más riesgos de los necesarios ni se diga o haga nada de lo que después nos podamos arrepentir.

Tiene afinidad con otras virtudes como: tolerancia, discreción, sensatez, cautela, sabiduría, madurez, discernimiento, mesura, compostura, templanza, tacto, precaución, equilibrio, ecuanimidad, entereza y serenidad, y, además, todas  facilitan el desarrollo personal y la interacción social.

Es el arte de decidir bien e implica dominio de las propias reacciones y emociones. Además ayuda a identificar las situaciones que me convienen de las que no. Si hay cosas más importantes en juego, una persona prudente sabrá resistirse a sus impulsos para poder conseguir los objetivos a largo plazo. No confundir con el no querer ver, oir o decir las cosas; no es reprimirse o no atreverse, sino la virtud de reflexionar antes de.


Quizás suena un poco difícil ya que ¿cómo podemos preveer que decisión será más acertada y conllevará menos riesgos? Asumiendo que no podemos tener todo controlado, sí que podemos elegir en cierto grado. Entonces lo que podemos considerar es:

. Pensar, valorar las opciones antes de actuar;. obrar sin precipitarnos.
. Reunir, considerar, analizar la mayor información posible para ajustar mejor nuestra decisión desde una percepción más ajustada a la realidad. Y, en consecuencia, aprender a identificar las situaciones que nos convienen o no.
. Comportarnos, tanto en hechos como en palabras, de manera oportuna. Por ejemplo, callar algo o en un momento concreto no decirlo puede ser más efectivo e incluso evitar un daño innecesario. Ajustarse a las circunstancias y personas es un arte que siendo asertivo y empático puede conseguirse.
. En relación con lo anterior, vemos como la prudencia es facilitadora de la armónica convivencia. Tan importante es abstenerse de actuar como hacerlo cuando procede en el momento justo de la manera adecuada. Por tanto, no equivocar la prudencia con debilidad, cobardía, hipocresía,...
. Conocerse (de nuevo la importancia de conocernos, es decir saber cómo somos y actuamos en circunstancias y con personas, cómo nos afectan) ayuda a mostrarnos con dominio personal, de forma responsable y sin permitir la reacción sino la conducta de respuesta que realmente quiero dar y de la que no tengo que arrepentirme por haberme dejado llevar por mis emociones o hábitos.


“La virtud de la prudencia es la que nos educa para reflexionar bien y así, decidir bien.”  Francisco Cardona

¿Cuántas veces hemos querido borrar el pasado pues causamos conflictos, dolor a quién más queremos, tomamos decisiones equivocadas o que no van realmente con lo que sentimos en nuestro interior,....? Unas cuantas seguramente. Es interesante por tanto ejercer la prudencia para alcanzar nuestros objetivos; podemos aprender a tomar decisiones desde el dominio de nosotros mismos. De esta forma disminuiremos los desaciertos en nuestras elecciones, al tratar a los demás, al expresarnos, etc.


“El valor de la prudencia nos hace tener un trato justo hacia los demás y edifica una personalidad segura, capaz de comprometerse en todo y con todos, generando confianza y estabilidad en quienes nos rodean.”

En definitiva la prudencia debe estar presente en todas nuestras relaciones con otras personas: en la relación conyugal, laboral, familiar y social. Y puede resumirse como:  " Pensar antes de actuar "


En la práctica

1. El ejemplo más sencillo: Cocinamos para una comida familiar y acabamos tirando la mitad  pues han sobrado raciones de todos los platos; prudente es calcular mejor las cantidades.

2. La discreción y la cautela se pueden ejercer en todos los ámbitos de la vida. Busca en las situaciones comunes de tu vida: puedes ser prudente al tomar decisiones de inversión, de compra diaria, de educación de los hijos, de relación con amig@,  vecin@s, colegas de trabajo, cuando proyectas y te organizas, a la hora de planchar, cocinar, etc.

3. Observa el dominio que tienes de ti mism@. Evita tomar caminos errados y detecta tus “tentaciones” para evitar caer en ellas, en esos patrones repetitivos nocivos para tí.

4. Aprende a gestionar tus emociones, en especial las que tienen que ver con la prisa, la rabia, la ira. Para esto ayuda el pensar antes de actuar, tener presente el autocontrol, para que puedas valorar de alguna forma las consecuencias posibles de tus acciones.

5. Infórmate “antes de”. Así puedes evitar injusticias o comportamientos inadecuados. Por ejemplo, decides castigar a tu hijo mayor y el responsable ha sido el menor.
6. Si tienes hijos puedes empezar a educarles en la prudencia ayudándoles a pensar antes de actuar en las consecuencias de su conducta. Recuerda que esto lo vas a transmitir sobre todo con tu ejemplo, y también te puede servir que les lances este tipo de preguntas: ¿qué pasará si vas a esa fiesta?, ¿qué pasa si no terminas tu tarea?, ¿es bueno hacer tal o cual cosa?
Si luego les motivas a llevar a cabo lo decidido, reconociendo sus buenas acciones ¡una buena parte del trabajo ya la tienes hecha!

 “Tanta prudencia se necesita para gobernar un imperio, como una casa”. Friedrich Engels


7. En la relación con nuestros hijos, también es prudente es contestar a sus preguntas desde su interés, no desde el nuestro. Tratar de comprender qué le lleva a preguntarnos eso (sobretodo en preguntas incómodas).

Reconoce tus fallos y limitaciones y aprende de ellos:  ser prudente no significa tener la certeza de no equivocarse. Rectifica, pide perdón y solicitar consejo si es necesario.

Recurre a tu experiencia personal, la experiencia es gran maestra. Aunque vamos cambiando y evolucionando el cajón de la experiencia puede proporcionar guía y referencia para el comportamiento actual.




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