1978, Edward Tronick, profesor de la Universidad de Harvard, ilustra la importancia de interaccionar que tenemos los seres humanos desde bebés y cómo ello influye en el bienestar.
El experimento consistió en pedir a mamás que miraran a sus bebés, pero mostrando una expresión neutra, es decir, sin mover el rostro y sin darles feedback, ninguna respuesta de atención de las usuales. Los bebés trataban de establecer la comunicación mediante gestos, moviendo sus brazos, etc., pero ante la indiferencia de sus mamás, se alteraban muchísimo.
Como tantos otros, este experimento social solo puede durar un par de minutos o podemos traumatizar de por vida al bebé.
Esto sin adentrarse en otros casos que podrían resultar más dañinos como, por ejemplo, cuando la madre está depresiva y se prolonga esta situación; aquí el bebé mostraría retrasos en el crecimiento. O cuando si hay maltrato, se cambia la estructura del cerebro y se distorsiona el pensamiento, el control de las emociones y la formación de relaciones sociales saludables.
Ahora, reflexionemos sobre lo que puede suponer relacionarnos con nuestros bebés con una mascarilla puesta.
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