A pesar de los años trabajando con personas en consultas, me sigue conmoviendo lo que entre cuatro paredes se puede vivir. En la última sesión, un hombre mayor, muy mayor, desnudaba con mucha vergüenza sus comportamientos de joven y adulto. Acostumbrado a ser etiquetado, insultado, despreciado -por los demás y también por él mismo-, atreverse a expresar libremente y sin ser juzgado, le hizo brillar sus ojos, relajar sus hombros, sentirse persona aceptada y, a pesar de la mascarilla, ví su sonrisa. Sonrisa y paz que surgía desde lo más profundo de su ser.
Lo que se ve de él, lo de fuera, está sucio, desordenado, pero en lo que no se ve, en su interior, lo profundo escondido, permanecen suficientes dosis de bondad, humanidad y sinceridad como para reafirmarme en que todas las personas merecemos la pena y tenemos algo para aportar .Gracias a todas las personas que habéis tenido trato profesional conmigo por todo lo que me enseñáis. Un abrazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario