10 de agosto, 23.33 horas
No sé si estás de acuerdo conmigo,
pero
es cuanto menos entretenido
considerar
que un simple dolor de oído
te puede regalar
una noche desvelada
en la que puedes dejarte embelesar
por la casi luna llena
que se mantiene imperturbable mientras es enfocada por fogonazos azulados relampagueantes,
que se sonríe sorda tanto a los gritos que recorren la bóveda celeste, como al repiqueteo salvaje de las gotas escupidas contra el asfalto ardiente,
que obvia el penetrante perfume que a ti inevitablemente te traspasa memorias haciéndote viajar a inicios ancestrales,
que desnuda, más sin temblar de frío ni angostarse de calor, luce bellamente engalanada.
Todo se olvida y te recuerda quién manda.
Te alcanza la certeza de que es tu opción elegir renegar o aceptar cuanto en tu existencia te acompaña.
pero
es cuanto menos entretenido
considerar
que un simple dolor de oído
te puede regalar
una noche desvelada
en la que puedes dejarte embelesar
por la casi luna llena
que se mantiene imperturbable mientras es enfocada por fogonazos azulados relampagueantes,
que se sonríe sorda tanto a los gritos que recorren la bóveda celeste, como al repiqueteo salvaje de las gotas escupidas contra el asfalto ardiente,
que obvia el penetrante perfume que a ti inevitablemente te traspasa memorias haciéndote viajar a inicios ancestrales,
que desnuda, más sin temblar de frío ni angostarse de calor, luce bellamente engalanada.
Todo se olvida y te recuerda quién manda.
Te alcanza la certeza de que es tu opción elegir renegar o aceptar cuanto en tu existencia te acompaña.
11 de agosto, 6.46 horas
Este era un día al que le costaba abrir los ojos porque, aprovechando la nocturna oscuridad y buena parte de la madrugada, se la había pasado de juerga agitando con un vendaval alocado las hojas de los árboles, echando carreras a rayos y truenos, y contorneándose para esquivar lágrimas frescas. En esta competición de pura diversión, la Naturaleza quería hacer llegar a nuestros oídos testarudos, su fuerza, vitalidad y poder; su mensaje de confianza en sabiduría de mayor alcance que la nuestra; su orden y paciencia en los procesos.
Finalmente. ni atrevidos rayos de sol pudieron perforar las potentes cortinas gris plomizo, y aún así, como no podía ser de otra manera, el amanecer se acicaló para inaugurar un nuevo día.
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