La niña y el niño que habita en todas y todos recuerda al Coco. El Coco nos visitaba con alevosía y nocturnidad para marchitar nuestros impulsos imaginativos, asustarnos y mantenernos
dentro de unos límites. Seguirá siempre ahí si no le miramos ni una vez a los ojos, si no le escuchamos, si no prestamos atención a su mensaje. Cuando crezcamos de verdad nos revelará secretos importantes acerca de nosotras mismas y no volverá a visitarnos para amedrentarnos. Podemos vivir nuestro propio cuento. Despertemos de una vez de la pesadilla, espabilemos, seamos responsables para crear la Tierra dulce en la que podamos desarrollarnos y evolucionar.
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