17. MODESTIA, HUMILDAD
“Un día caminaba con mi
padre, cuando él se detuvo en una curva; y, después de un pequeño silencio, me
preguntó:
- Además del cantar de
los pájaros, ¿escuchas algo más?
- El ruido de una
carreta.
- Sí, es una carreta
vacía.
- ¿Cómo sabes, papá,
que es una carreta vacía, si no la vemos?
- Es muy fácil saber si
una carreta está vacía por el ruido. Cuanto más vacía va, mayor es el ruido que
hace”
La persona modesta,
sencilla, discreta, humilde, no se cree especial ni es pretenciosa, arrogante.
Deja que sus hechos hablen de ella, no precisa llamar la atención. Se relaciona
sinceramente con los demás y facilita esas interacciones ya que no pretende
dominar, impresionar ni sacar beneficio egoísta. Al no mostrar omnipotencia ni
autosuficiencia, incluye a los otros de forma enriquecedora.
Por todo esto, las relaciones interpersonales se ven reforzadas
pues: podemos confiar en el otro dándole el espacio y el tiempo para que
despliegue todas sus capacidades; al no juzgar se vive desde un mayor
entendimiento y respeto, hay generosas dosis de aceptación y flexibilidad;
somos más cercanos y más delicados en el trato; disminuida la importancia de
tener razón, la soberbia no tiene cabida y se reconoce a la persona tal cual
es; aceptamos que somos diferentes y nos alegramos por esa diversidad
enriquecedora; se facilita la amistad pues se permite el caminar a la par, por
pura afinidad, sin competencias ni prisas.
La persona con modestia y humildad alberga sentimientos sanos y
benevolentes y se respeta a sí misma. Se conoce y confía en sí misma, sabe que
lo que necesita está en su interior y nada ni nadie puede despojarle de sus
recursos. Así que tiene una buena autoestima; respeta y se hace respetar, pero
sin forzar ni imponer por eso quién actúa desde la fuerza puede confundirla con
una persona débil y manipulable, pero no es así.
Como ya sabemos, como
fortaleza que es, se puede aprender y potenciar ¿Cómo?:
1. Desterrando la
necesidad de tener siempre la razón, lo que puede practicarse mostrándose
receptivo, escuchando abiertamente y sin prejuicios limitantes. Esto es un
proceso, pero ya vimos alguna herramienta concreta para escucha empática que
puedes retomar de nuevo si aún no la tienes incorporada.
2. Haciendo, en vez de
hablando. Que se note tu estilo; actúa sin estridencia, en vez de hablar
haciendo mucho ruido pero sin contenido, (no seas como la carreta vacía)
3. Valorando lo que hacen
los demás, la ayuda que nos proporcionan, haciéndoselo saber.
Agradeciendo de corazón al
otro, además de trabajar nuestra modestia, aportamos un clima favorecedor para el crecimiento de la otra persona cuando le mostramos sus habilidades y
talentos.
4. Evitando destacar o
sobresalir.
Nos valoramos de manera
justa, es decir, sin menospreciarnos, pero tampoco exagerando. Para encontrar
este equilibrio tenemos que estar muy atentos y conscientes por eso es tan
importante el autoconocimiento personal, para descubrirnos si nos está guiando
el ego o es valoración justa y merecida.
5. Admitiendo nuestro
error cuando nos hemos equivocado.
Esto es para actuar así siempre, pero quizás resulta especialmente interesante hacerlo ante nuestros
hijos, pues somos su modelo. Como ya he comentado anteriormente, hacer tiene
más peso que hablar; lo que se interioriza es el acto.
6. Teniendo presente la
idea de que eres como un aprendiz que cada día está aprendiendo; piensa que te
faltan muchas cosas por encontrar, conocer, hacer y sentir. Visualízate así,
vestido de mago con tu varita mágica y rodeado de todas las cosas, entornos,
personas, .... que quieras imaginar y juega tu vida sin ningún límite.
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