V. MODERACIÓN
Templanza o
moderación: Seligman se refiere a esta virtud referida como la expresión apropiada y moderada de apetitos y
necesidades. Una persona comedida espera la mejor oportunidad para satisfacer
sus deseos sin perjudicar a nadie.
Incluye el perdón, la humildad, la discreción y el autocontrol.
16. CAPACIDAD DE PERDONAR, MISERICORDIA
El perdón y
la compasión son fortalezas de templanza.
Perdonar es amar. Del latín per-donare, per intensifica el verbo donare; es dar abundantemente, entregarse.
“El amor se prueba en la fidelidad, y se completa en el perdón”
Werner Bergengruen
La
misericordia sería
sentir compasión por los que sufren y ofrecerles ayuda.
Esta
fortaleza se refiere también a la capacidad de perdonar a aquellas personas que
han actuado ocasionaNdo malestar, dándoles una segunda oportunidad, sin venganza
ni rencor.
El perdón quizás nos cueste menos si somos capaces de
comprender que nos beneficia ya
que nos permite deshacernos de
emociones negativas que no son efectivas. Quizás pensemos que debamos seguir
teniéndolas para castigar al ofensor, pero a quien más afecta negativamente es
a uno mismo. Si las desechamos nos liberamos de un estado ansioso de lucha o huida facilitándonos
estados biológicamente más saludables y no nos mantiene anclados y pendientes
de quién nos lastimó, es decir, podemos desvincularnos emocionalmente del
agresor.
Así, como
“víctima”, puedo desarrollar sentimientos positivos e incluso intentar una
reconciliación, aunque no es obligatoria, lo cual no es incompatible con
reclamar justicia, siempre desde la no venganza. La compensación y el poder
sentarse a analizar, agresor con agredido, la experiencia vivida y las
consecuencias puede ser el aprendizaje positivo para ambas partes.
El perdón es,
muchas veces, una necesidad de la víctima para liberarse de sus sentimientos negativos
y no hace falta que el agresor pida perdón para que se produzca. Realmente, el
perdón es opcional. Se suele vivir como una liberación, pero muchas personas
precisan de esa carga como manera de protección ante el dolor que experimentan
por la agresión.
Olvidar para
no perdonar no es sanador, pues la herida permanece: aunque haya una
cicatriz ésta me sirve para recordar y anclar y no hay cura real.
En ocasiones, según
la ofensa, hay que tener mucho valor para encarar el horror, la injusticia,
etc. y ser realista sin añadir distorsiones, juicios ni disculpas.
Como la decisión de perdonar no implica que desaparezca la herida ni la memoria
hay que mantenerse en el tiempo en la actitud de benevolencia. Como, cuando alguien nos ofende, el amor apenas es posible, primeramente tenemos que separarnos de algún modo del agresor.
Perdonar es comprender, tener la convicción de que en cada persona, detrás de todo el mal, hay un ser humano vulnerable capaz de cambiar. Significa creer en la posibilidad de mejora y de evolución de los demás.
Todos somos débiles y fallamos con frecuencia. Y, muchas veces, no somos conscientes de las consecuencias de nuestros actos: “no sabemos lo que hacemos”.
Perdonar también va ligado a la generosidad pues exige un corazón bondadoso e ir más allá de la justicia. Hay situaciones complejas en las que restituir con justicia no sirve (por ejemplo, perder a alguien querido). El perdón no anula el derecho, pero lo excede infinitamente. A veces, no hay soluciones en el mundo exterior, pero se puede mitigar el daño interior con cariño.
El perdón auténtico es también humilde y respetuoso con el otro, no domina ni menosprecia, ni juzga.
Y tener en cuenta que no es lo mismo la ofensa infantil de los pequeños que la ofensa entre adultos.
Ya que todos hacemos daño a los demás alguna vez, aunque quizá sin darnos cuenta, parece importante ejercitar esta fortaleza. Actitudes que nos facilitan perdonar;
1. Puedes perdonar al otro incluso sin dárselo a entender. Es un regalo que le hago, aunque no se entera o aunque no sabe porqué. Yo sí lo sé y eso me basta. Pruébalo al menos una vez para notar cómo te puedes sentir, ¡¡¡seguramente te vas a sorprender gratamente!!
“La justicia sin la misericordia es crueldad.” Santo Tomás
2. Cuando te
ofendan abandona rápidamente el resentimiento, los juicios negativos, etc.
hacia quien te lastima y, en su lugar, ábrete a sentimientos de compasión,
generosidad y amor.
3. Si cuando vayas
a perdonar lo haces calculando, especulando, con una meta en mente....trabájalo
un poco más. “Te perdono para que te des cuenta de la barbaridad que has hecho/
para que mejores/ para que veas que te quiero”... puede tener un fin educativo,
pero no es perdón verdadero.
“Te perdono porque
te quiero –a pesar de todo.”
4. Cuestiones para
reflexionar que pueden ayudarte a perdonar:
¿Quiero realmente
perdonar? ¿Estoy dispuesto a hacerlo? ¿Soy sincero para reconocer que también tengo faltas? ¿Me arrepiento de mis faltas y equivocaciones que cometo? ¿Pongo medios para reparar mis ofensas? ¿Cuáles?
5. Considera lo siguiente para decidir cómo quieres vivir con lo
ocurrido el resto de tu vida: Si no perdono al otro le quito espacio
para desarrollarse sanamente, se aleja de su ideal y de su autorrealización, etc. Así que recuerda: Se puede marcar
y dañar muchísimo a una persona con palabras injustas y duras, con malos
pensamientos o negando el perdón. Considera esto en tu balanza para inclinarte hacia el perdón.
6. Con los niños,
sé compasivo e indaga de dónde pueden surgir esos sentimientos de “justicia
compensatoria” . Quizás tengas que enfadarse con tus propios padres y luego perdonarlos, para
poder perdonarte a ti mismo y finalmente ser benevolente con tus hijos.
7. Conócete
para saber cuando entras en la excitación que ya no puedes controlar. Cuando te
sales de tus casillas gritas cosas que, en el fondo, no piensas ni quieres
decir. Para que no seas tú quién tenga que pedir perdón después, aprende a
regularte en tus emociones de ira, rabia, agresividad, etc. Practica la
respiración consciente para no entrar en la espiral de activación
descontrolada.
8. Escribe una carta de perdón.
Has de saber que lo que nos enoja de
cierta actitud de alguien o lo que nos molesta de una situaciónn, es que nos
muestran como si fueran un espejo, un rasgo o un conflicto que en realidad es
nuestro. Algo con lo que no estamos conformes o que nos resulta desagradable y
combatimos en nosotros mismos. Esto lo podemos aprovechar para descubrirnos y
reconciliarnos con nosotros mismos y así aceptarnos, valorarnos y querernos.
9. Tenemos que creer en las capacidades del otro y dárselo a entender. Es impresionante ver cuánto puede transformarse una persona, si se le da confianza y se le trata según la idea de que ya es maravilloso.
“Si quieres que el otro sea bueno, trátale como si ya lo fuese.”